(Madrid. 8 de agosto de 1950)

Publicaciones de poesía: Encuentros, Crónicas del Laberinto, A quemarropa, Restos de Almanaque, Historias para tiempos raros, La pintura de Xu-Zonghui (bilingue chino-español); Siempre tiempo; Contrafábula (Poesía reunida 1973-2004), Tiempo de Apocalipsis, Todo es papel, Sin noticias de Gato de Ursaria, La poética del Vértigo, Pentimento, Hazversidades poéticas (antología), Butaca de entresuelo, Mentidero de Madrid, Ver para vivir, Juego de Damas, Doble Juego (con Raquel Lanseros), Al final de la escalera, Siempre la vida (antología), Sustancia de los días y Nada para después.
Gran parte de su obra se ha traducido a diez idiomas.

Le han concedido los accésits de Adonais (1972), Rafael Morales y Ciudad de Torrevieja; y los premios: Encina de la Cañada, Feria del Libro de Madrid, Blas de Otero, Bahía, Juan Alcaide, Emilio Alarcos, Juan Van-Halen, Eladio Cabañero, Francisco de Quevedo de Villanueva de los Infantes y Vicente Gerbasi, por el conjunto de su obra (Venezuela).

Se dedica a la divulgación cultural (teatro de voz, conferencias, recitales, cursos y talleres, radio, etc.)
En Cuadernos del Laberinto también ha editado Desconcertada agenda, Doble juego (junto con Raquel Lanseros), Hazversidades poéticas y ha participado en las antologías AMOR. Poesía amorosa contemporánea y Laberinto breve de la imaginación.

RAZÓN DE ESCRIBIR

Escribir para un tiempo
en el que no estaremos para nadie,
y en el más favorable de los casos
seremos una máscara de polvo
maquillando los libros de alguna estantería.
Escribir para un siglo, si es que llega,
menos oscuro y torpe que este siglo.
Dejar impresa la memoria:
papel, disquetes, vidrio, cerámica esmaltada,
ámbar, cuarzo o moléculas de gas.
Hacer que las palabras naveguen al futuro
como si fuesen barcos de papel
que sobrevivan hoy a su naufragio.
Escribir por si alguien, algún día,
tiene un dolor de corazón idéntico
o sufre una alegría semejante.


NON OMNIS MORIAR

Escribí en bancos, parques y paseos
en cafés, en los bares y los coches,
en autobuses con olor metálico,
en metros subterráneos y ruidosos,
sentado, viendo gentes y paisajes,
los que pasaron y los que inventé.
A veces caminando, con el riesgo
de tropezar y visitar el suelo.
De joven escribí en alguna iglesia
sin cumplir devociones ni oraciones.

No moriré del todo.
Habrán de recordarme los bancos de madera,
los cafés, avenidas y transportes,
todos esos lugares cotidianos
que empujaron mis versos al papel.

Me da igual que las gentes los olviden,
los poemas están ya en los lugares
que los vieron nacer. Y no me importa
más que el silencio desde el que crecieron
soportando disturbios y alborotos.