(Madrid, 1958). Profesor de secundaria de
Lengua castellana y Literatura. Ha colaborado en trabajos de investigación
de literatura oral junto a Isabel Gutiérrez para la Sociedad
Española de Estudios Literarios de Cultura Popular (SELICUP).
Ha publicado poesía: El disfraz de los paisajes (Amargord,
2012), Anónimos
(Cuadernos del Laberinto, 2016) y El
eco de las voces (Cuadernos del Laberinto, 2019).
También ha escrito teatro juvenil publicado en Ediciones Irreverentes:
Instituto público y Un banquero codicioso (2017),
Distancias (2020) y El último viernes de mayo (2023).
Es el creador de un blog literario ya clausurado, artepoeticacarlostejero.blogspot.com,
y coordina una tertulia literaria en la Casa de la Cadena de Pinto
y se ha unido a la Asociación VarioPinto Escritores en la ciudad
donde vive.
Ahora publica de nuevo en Cuadernos del Laberinto
Horizonte del aire donde nos presenta
la diferencia entre una mirada mítica y nostálgica de
su niñez y la actualidad en que el desprecio al medio que nos
rodea, sea este natural o humano, es constante. Carlos Tejero poetiza
que solo la compasión y el amor serán capaces de transformar
esa realidad, de modo «que en los contornos del aire/surja un
nuevo horizonte».
Así como silente piedra
rasgan los dedos la memoria.
La noche no dibuja futuros,
y ascienden los silencios confundidos
hasta los hombros de la niñez
y se pierden vagamente:
solo un barreño, unas nueces,
el gesto misericorde de la ancianidad
y un llanto alejado por la separación.
Diríase calma, ahora que el vigor
se expresa en pedazos;
pero se aíslan, diminutos,
todos los arcos de la voz
y no se escuchan los ecos,
solo el silencio.
PALABRA
Solo la palabra nos salva del espejismo,
convierte la lucha en remanso,
fruto de inigualable savia.
La palabra es nuestra religión,
la inercia con que se rechaza
la liturgia del dios del sufrimiento,
de la lágrima avergonzada,
del camuflado perdón
que evoca la causa del poder.
La palabra anuncia lo desconocido
y transforma la obediencia
en la ansiada libertad.
HORIZONTE DEL AIRE
Solo el aire escapa a cualquier designio.
Agustín García Calvo
Apenas se interrumpe la noche
vuelvo a buscar el horizonte del aire
en esa encrucijada de la memoria
que anhela que la distancia
solo sea el paso inexistente
entre el origen y la confusión,
entre tu vientre y la quietud,
el color de marfil en tu piel.
Brilla en tus ojos esta tierra
soleada y sin apenas nubes
y deseas que brote la brisa,
que en los contornos del aire
surja un horizonte espléndido.