Coleccción LA VALIJA DIPLOMÁTICA, Nº
71
Presentación, introduccion y notas:
EDUARDO MANZANO MORENO
324 páginas 22€
I.S.B.N: 979-13-87751-18-0
< Descargar PDF del primer capítulo >
Al estallar la Primera Guerra Mundial, Palestina
era parte del agonizante Imperio Otomano. La decisión de éste
de entrar en la contienda junto a los Poderes Centrales y los acontecimientos
ulteriores determinaron decisivamente la configuración política
de la región.
En esos años cruciales, de 1914 a 1919, fue cónsul de
España en Jerusalén Antonio de la Cierva Lewita, Conde
de Ballobar. Este Diario que allí escribió el diplomático
español es un relato de primera mano de los hechos más
destacados de aquellos días: el esfuerzo bélico de los
turcos, las rivalidades diplomáticas por controlar los Santos
Lugares, la penetración sionista en Palestina o la toma de Jerusalén
por los británicos en 1917 con miras a establecer un dominio
colonial sobre la zona.
Ballobar vivió una experiencia singular ya que otros países
europeos y los Estados Unidos retiraron sus legaciones al entrar en
la guerra, el cónsul español acabó velando por
los intereses de todos los enemigos de Alemania. Fue así testigo
privilegiado y al tiempo partícipe en los hechos que relata.
(Viena, 1885 - Madrid, 1971).
Su madre era austríaca de origen judío y su padre, agregado
militar de la embajada española en la capital austríaca.
En 1911, Ballobar entró en el servicio consular y fue nombrado
vicecónsul en La Habana.
En mayo de 1913, fue nombrado cónsul en Jerusalén; aunque
llegó en agosto de 1913, estuvo varios meses viajando por la
región y sirvió en Jerusalén hasta 1919.
En enero de 1920, Ballobar, agotado de su misión en Jerusalén,
fue trasladado a Damasco y, en noviembre del mismo año, al más
relajante Tánger, donde sirvió durante unos meses. Después
de la guerra, se casó en 1920 con Rafaela Osorio de Moscoso,
duquesa de Terranova, y en 1921 renunció a su cargo de cónsul.
Ballobar siguió trabajando para el Ministerio de Asuntos Exteriores
con destino ante la Santa Sede. Le ofrecieron varios cargos importantes
que rechazó y, de acuerdo con su familia, Ballobar volvió
a España. En mayo de 1949, fue destinado de nuevo como cónsul
general en Jerusalén, donde sirvió hasta 1952. Poco tiempo
después, fue requerido por los religiosos españoles residentes
en la Ciudad Santa para dirimir las querellas surgidas con los de otras
nacionalidades. Terranova (antes Ballobar) volvió a Tierra Santa,
seis meses, en comisión de servicio. De vuelta a España,
fue nombrado director general de la Obra Pía, puesto que ocupó
hasta 1955, cuando se jubiló.