Ángela Reyes
Coleccción Berbiquí de poesía, nº41
I.S.B.N: 978-84-18997-77-8
66 páginas 15€
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Si recordar es volver a vivir, en este poemario, de Ángela Reyes,
se cumple la sentencia. Regreso a ti es un largo monólogo entre
la autora y el amado ausente con el propósito de revivir el tiempo
pasado.
Con verso desencantado, la autora fija su diálogo en la pérdida
de pequeños y sencillos instantes, esos detalles cotidianos que
formaron parte de su día a día. Y serán estos momentos
los que más lamentará haber perdido:
tú
sigues siendo para mí lo íntimo y pequeño, como
el encaje de mi enagua, la hebilla de latón que abrocha mi zapato.
Tú eres la olorosa y pequeña pastilla de jabón
que recorre mi cuerpo.
La patria del poeta es el ayer, y a pesar de que es bien sabido que
en esta aventura de desandar el camino, a nadie hallaremos ni nada se
parecerá a cómo lo vivimos, Ángela Reyes escribe
para ser testigo de las cenizas que el tiempo abandonó a su paso.
Jimena de la Frontera (Cádiz).
Fue secretaria de dirección en la Federación Nacional
de Alquiler de Vehículos, Madrid. Cofundadora de la Asociación
Prometeo de Poesía. Ha realizado una amplia labor cultural que
abarca talleres poéticos, organización y participación
en 5 Ferias de la Poesía, 3 Bienales Internacionales de Poesía
y 2 Encuentros LusoEspañoles de Poesía.
Colaboró en las revistas literarias Cuadernos de Poesía
Nueva, Valor de la palabra y La Pájara Pinta. Llevó a
cabo el premio Internacional de poesía Encina de la Cañada.
Colaboró varios años en el diario El Día de Toledo.
Llevó la poesía a Institutos de la Comunidad de Madrid.
En la actualidad dirige en Madrid la tertulia literaria Tardes de Prometeo.
Ha publicado 19 poemarios, 5 novelas y 6 colecciones de cuentos. Por
su poesía ha sido galardonada con los premios El internacional
de poesía religiosa San Lesmes Abad, Leonor, La Roda, Vicente
Gaos y Blas de Otero. En novelas: Juan Pablo Forner, Ciudad de Majadahonda
y fue finalista en el Premio de la crítica de Andalucía.
En cuentos obtuvo el Premio Calicanto.
Yo creo en la resurrección del alma,
también la de tus ojos, la de tu boca y mucho
más la de tus pies, que hacia mí te traían.
Necesito recuperar aquel roce caliente
de tus manos, midiendo mi cintura. Quiero tener,
como lo tuve ayer, el eco de tu corazón
dentro del mío. Yo creo en la resurrección
del cuerpo, sobre todo del tuyo,
cuando fosforecía por la cama,
como el relámpago que en plena noche
atraviesa los campos de maizales.
Qué sería de mí si nunca más tuviera
esa gota de agua bajando por tu espalda;
gota tibia corriendo entre los arriates de tu vientre;
gota tan niña que no sabe cuándo
ha de tornarse en río. Qué sería de mí
si nunca más tuviera la leve gota de agua
del lavatorio de tu cuerpo.
Yo creo en la resurrección del hombre
que sufrió sin llorar los últimos momentos de su vida.
Con ellos caminaba a través de la bruma de la alcoba,
atravesaba noches de verano, calladamente,
sabiendo que partía hacia ese Puerto
que nadie sabe dónde está, ni qué lluvias lo habitan.
Yo creo en tu resurrección, por ello iré a buscarte
al norte, donde danza la aurora. O bajaré hasta el sur
bañado de marismas.
O tal vez deba ir al centro, donde naciste tú.
Al centro donde estaba aquella calle larga,
tendida bajo enero; calle que se iba haciendo
amiga nuestra conforme caminábamos.
Iré hasta el centro de esa calle
para encontrarte silencioso y tibio
como la luz del alba en el acebo.