Entrevista al Embajador Carlos Miranda Elío. Volver a levantarse. Relato autobiográfico de un diplomático español

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Entrevista al Embajador de España CARLOS MIRANADA ELÍO
sobre su libro "Volver a levantarse. Relato autobiográfico de un diplomático español" (enero 2024)
El ingreso en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica significaron la vuelta de España a su lugar natural en el mundo europeo y occidental
Entrevista al Embajador Carlos Miranda Elío

—¿Qué es lo que los lectores de "Volver a levantarse" van a encontrarse?
—Van a encontrarse con el relato de mi vida que hasta se puede considerar como una novela, una vida que, iniciada cuando había una guerra mundial contra el nazismo y el fascismo, ha transcurrido tanto en España como en el extranjero mientras en Europa se temía que prevaleciera una URSS imperialista con su comunismo y en España se deseaba, y se consiguió, pasar de una dictadura a una democracia. Unos tiempos interesantes. Digo una novela porque los que no me conocen podrían considerarlo como un relato de ficción con un personaje principal que se llamaría como yo.

—¿Cómo ha sido el proceso de la escritura, ¿ha llevado un diario durante toda su vida?
—En términos generales ha sido un ejercicio de ir recordando el desarrollo de mi vida para narrarlo a los que podrían interesarla, esencialmente mi familia y mis amigos, sin perjuicio de otras personas.

Nacido en El Cairo, educado en Bruselas y Madrid y con destinos como Washington, Londres, Argel o la OTAN. ¿Qué ciudad recuerda con más añoranza?
—De El Cairo me marché con apenas tres años. Bruselas es muy importante para mí. Ha sido la ciudad de mi infancia, adolescencia y parte de mi juventud para luego volver ya en edad adulta para reuniones en la OTAN o en la Unión Europea y luego vivir allí dos veces como Embajador-Representante Permanente de España en la OTAN un total de nueve años. En cierto modo, eso me ha hecho medio belga y ello me satisface mucho. En Washington fue la primera vez que viví solo y mi primer destino fuera. Me casé con mi primera mujer y madre de mis dos hijas. He de decir que me adapté muy bien al estilo de vida americano. Tengo un gran recuerdo de esa ciudad. Argel fue un lugar donde conocí de cerca el llamado "Tercer Mundo" y, en este caso, enfeudado a Moscú por puro antiamericanismo. Una experiencia conveniente. Londres es una ciudad mágica, capital de un país que vive sus tradiciones en el presente mientras concibe el futuro científica y tecnológicamente. No se duermen en sus laureles, aunque es una pena que se salieran de la Unión Europea. Ginebra fue para mí y mi segunda esposa un refugio donde aprendimos a volver a sonreír a pesar de importantes dificultades de carácter familiar. Madrid es mi ciudad de adopción, donde están mis familiares y muchos amigos, una ciudad magnífica, abierta a todos, que disfruto y, además, tengo la fortuna de ser del Real Madrid.

¿Los primeros capítulos sobre su niñez, sus antepasados y la familia, las casas que habitó y los viajes son entretenidísimos y el lector se hace una idea clara de la época. ¿Qué episodio de la historia de España considera los momentos más negros y los más brillantes?
—Tras la Transición los momentos más negros han sido el intento de Golpe de Estado del 23-F, el atentado islamista del 11-M, así como los años de los atentados de ETA. El más brillante ha sido el de la adopción de nuestra Constitución de 1978 que nos ha traído décadas de prosperidad en libertad y que me parece actualmente en peligro. El ingreso en la Unión Europea y en la Alianza Atlántica significaron la vuelta de España a su lugar natural en el mundo europeo y occidental si bien parece que todavía quedan Pirineos por seguir rebajando.

El libro es también una historia del automovilismo ya que va guiando al lector por el tiempo gracias a un elemento tan fascinante como los coches que ha poseído, desde el Renault Dauphine de su madre hasta el Daimler que le gustaba a la Reina Sofía y que tenían en Londres, pasando por el Volvo que le dejó tirado en Washington. ¿Cómo es esta relación con los vehículos y cuál echa de menos?
—Los automóviles son una manera de ver como transcurre el tiempo pues siguen la evolución tecnológica. En este sentido los museos de coches antiguos son interesantes porque los automóviles están incorporados a nuestra vida diaria y contemplándolos se percibe el paso de los años y su relación con los acontecimientos históricos. No he llegado, sin embargo, aún al coche eléctrico, ya en mi ámbito particular. Me gusta conducir en ciudad y prefiero viajar por carretera. Digo que sales cuando quieres, llegas cuando puedes, te paras donde te conviene y las maletas las metes y sacas del maletero una sola vez. He disfrutado de todos mis coches y, salvo el Volvo, todos han sido adorados por mí porque representaron siempre una libertad de movimiento para descubrir nuevas ciudades, conocer países y gente.

—¿Cómo vivió la Transición?
—Con confianza. No pensé nunca que no lograríamos establecer nuestra democracia sin perjuicio de los peligros y dificultades que acecharon el tránsito de la dictadura a la democracia. Casi estoy más preocupado ahora en la que me parece que nuevas generaciones no han aprendido las lecciones del pasado, ni del español, del europeo, o del mundial. Nuestro sistema educativo es malo y no veo que se le ponga remedio.

En su opinión, cuáles cree que fueron los momentos en que peligró más la entidad de España como nación.
—En la Transición se llegaron a pactos sensatos con las fuerzas más centrifugas: Autonomías, pero no independencias. Sin embargo, en ciertas regiones han renegado de sus compromisos y creo que hoy en día es cuando más en peligro está la unidad de España y nuestra Constitución. Me preocupa ver como demasiados políticos y políticas de baja calidad rechazan actuar como hombres o mujeres de Estado. Podríamos llegar a pagar un alto precio por estos egoísmos y cortoplacismos.

Durante todo el libro se pone de manifiesto su amistad y admiración por Felipe González. ¿Qué destacaría de él?
—Su mayor calidad es, además de ser un demócrata, un gran sentido común a lo que une una voluntad de justicia social, paciencia histórica y la convicción de que España solo puede tener éxito enmarcada a la vez en tres organizaciones internacionales esenciales: la ONU, la Unión Europea y la Alianza Atlántica. No en una u otra según conveniencias del momento. España es europea, mediterránea, atlántica, occidental y, consecuentemente, atlantista, sin perjuicio de una vinculación especial con América latina y una cercanía africana. Además, Asia está cada vez más a la vuelta de la esquina. El Atlántico Norte es el "Mare Nostrum" de hoy en día para nosotros, para Europa, EEUU y Canadá. González, pienso yo, lo sabe muy bien. Por otra parte, conmigo se ha comportado magníficamente, dándome repetidas oportunidades, buenos consejos y ayuda en algún momento muy difícil para mí. Mejor que un amigo. Pero también es en mi opinión el mejor político que ha tenido España sin perjuicio de la gran contribución de Adolfo Suarez a la Transición. Yo siempre me he sentido identificado con Gonzalez casi al 100% y hoy en día también comparto sus opiniones políticas sobre España al igual que Alfonso Guerra o Nicolas Redondo.

En "Volver a levantarse" aparecen personajes con los que trató, importantísimos en la historia, como son el Rey Juan Carlos, la Reina Isabel II, Felipe González, Solana, Bush, Mitterrand, Narcís Serra… Puede decirse que ha tenido una vida apasionante al alcance de muy pocos.
—Decirlo así es una gran exageración, aunque les he visto de cerca, los citados y otros, y de todos he aprendido algo, cosas por copiar o por no hacer. Con todos he intentado tener una actitud constructiva y a los que han sido mis jefes les he ayudado con todas mis fuerzas diciéndoles siempre lo que yo pensaba incluso si no les gustaba oírlo. La verdadera lealtad puede llevar a no seguir la corriente del "Jefe", el que sea. No he dudado en aconsejar bien incluso a los que me han dado patadas. Los más inteligentes han sabido apreciarlo.

—¿Ha dejado muchas historias que contar en el tintero?
—Mi vida está siendo, afortunadamente, larga y, en efecto, se han quedado cosas en el tintero, pero pienso que las más interesantes están en un libro que ya tiene muchas páginas y espero que a los lectores les puedan parecer amenas de leer.

—¿Cuál es el recuerdo más impactante que tiene de su vida como diplomático?
—Desde una perspectiva protocolaria, mi presentación de credenciales a Isabel II, fastuosa y casi teatral o de película. Desde una perspectiva política la explosión de la Unión Soviética cuyo último acto internacional presencié en la OTAN en una reunión aliada con los antiguos miembros del Pacto de Varsovia a finales de diciembre de 1991 en la que el representante ruso pidió cambiar en el comunicado la mención a la Unión Soviética por Federación de Rusia. Yo me quedé con la banderita de la URSS que estaba delante de la delegación rusa y que sus miembros dejaron abandonada en la sala de reuniones.

—¿La vida del diplomático ha cambiado mucho desde que usted ingresó en el cuerpo?
—Creo que sí. Sociológicamente es menos elitista en todos los países sin merma de su calidad profesional que siempre fue excelente en el marco internacional. Además, con la descolonización tras la segunda guerra mundial se han incorporado muchos países nuevos a la diplomacia mundial, más que doblando el número de Estados soberanos antes del citado conflicto. Por otra parte, en el caso español ha habido una enriquecedora incorporación de las mujeres en nuestra Carrera al igual que en otros países. Los diplomáticos españoles en activo son algo menos de un millar y es una cantidad escasa para las necesidades internacionales que tiene España. Otros países con menos población tienen más diplomáticos. Son los nuestros buenos profesionales, bien formados y han sabido adaptarse a los medios modernos de trabajo y a la labor siempre compleja en los organismos internacionales donde, sin embargo, debiéramos de liderar más, pero eso es una decisión política de nuestros gobiernos y, a veces, me parecen faltos de ambición.

—¿Está de acuerdo con el dicho "Un país que ignora su historia está condenado a repetirla"?
—Desgraciadamente así es. La juventud de hoy en día no me parece que sabe bien nuestra Historia y por ello es fácil para algunos manipularla, centrarse solo en unos temas y no en otros, tener una visión triunfalista de ciertos pasados sin ningún sentido crítico. El interés por la política me parece necesario porque es la que gobierna nuestra convivencia y proyecta nuestro futuro, pero me preocupa que las nuevas generaciones no conozcan bien nuestro pasado, tanto el reciente como el más lejano, porque todo lo que ocurre a diario tiene raíces históricas.

—¿Qué le pide a la vida?
—Poco. Siempre hay que buscarse la vida uno mismo. Si acaso, hay que pedir "pan, amor y suerte", y yo pienso que no me puedo quejar. Pero, como dice el chiste, si quieres que te toque la lotería, antes hay que comprar un décimo.

—¿Con qué personaje histórico se iría de cañas?
—Pues con dos mujeres y dos hombres: nuestra Isabel la Católica porque tenía un proyecto claro de país y con Isabel I de Inglaterra, una maestra en supervivencia política y personal. Los dos hombres serían De Gaulle, un conservador que forjó la Francia actual, y Roosevelt, un progresista que rescató a EEUU de la Gran Depresión y los puso en suerte para ser una gran potencia mundial. También me hubiera gustado conocer a Einstein, Carl Sagan y Schrödinger con su gato cuántico. La cosmología siempre me ha atraído y considero que los físicos son casi los verdaderos filósofos de hoy en día. En el marco español, he tenido un trato agradable con Juan Carlos I, un gran Rey para España, como su hijo Felipe VI, con González, del que ya he comentado antes, y con mis venerados Paco Ordoñez y Narcís Serra con los que trabajé directamente, sin olvidar a Javier Solana, un "Mister Europa" (y OTAN) añorado.


Puedes leer a Carlos Miranda en:

Coleccción LA VALIJA DIPLOMÁTICA, Nº 67
Prólogo. Por Emilio Contreras
566 páginas • 20€
I.S.B.N: 978-84-18997-81-5

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