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Entrevistas: JERÓNIMO CALERO
L a vida, vivida a tope, no necesitaría a la literatura.
La literatura es un invento de desocupados.
JERÓNIMO CALERO

— ¿Puede explicarnos el título de tu último poemario ¿Y quién es el que canta? y la esencia del libro?
— Siempre he creído que el poeta es un intermediario que sirve de cauce al manantial del que nace la poesía que, como todo río, discurre a su antojo. A veces es agua remansada, serena; a veces turbulenta, reivindicativa de su territorio. Depende del grado de percepción que el poeta, humano al cabo, tenga en el momento de sentirse anegado por esta emoción, a la que atribuyo vida propia. De ahí el interrogante con el que titulo el poemario, que a la vez es el verso inicial de uno de los poemas del libro; ¿cómo una persona puede transmutarse y pasar de la normalidad cotidiana al proceso creativo si no hay una fuerza exterior que lo empuja?
¿La esencia de este libro, me pregunta? Todo es una constante búsqueda; un buceo interior con el que pretendo llegar a los orígenes de esta humana condición que nos sustenta y desde la que estamos condenados, obligados, limitados, a formar parte de un proceso vital al que llegamos sin libro de instrucciones.

— ¿Qué le da la poesía frente a la narrativa?
— En la poesía me siento cómodo. Digamos que es la válvula espiritual por la que me regulo. Puedo caer en la prosa poética, pero la narrativa está lejos de mi interés como escritor; como mucho el relato corto. No sé, creo que la narrativa necesita una técnica que escapa a mis posibilidades.

— ¿La poesía es hija de la inspiración o del trabajo?
— Yo diría que la poesía es más bien madre: una madre que te brinda todas sus calidades afectivas, que te pone en el lugar que te corresponde para que comiences tu andadura. A partir de ahí, todo dependerá del ejercicio, del propio desarrollo, de la entrega, de la búsqueda, del deseo…
Si vuelvo la vista a mis primeros versos veo que, efectivamente, la evolución es fruto del trabajo, pero la esencia está en aquellas primeras sensaciones que hoy no hubiera escrito.

— ¿Qué concepción tiene de la poesía? ¿qué meta debe alcanzar este arte y qué puede cambiar?
— Si pregunta a cada uno de los que escriben le darán una respuesta distinta. Es decir, la poesía puede ser desde "Una herramienta cargada de futuro" a un tirabuzón endecasílabo sin otra pretensión que la estética.
En el arte en general no hay metas. En la poesía, mucho menos pues nace de unos resortes meramente emocionales. Sí creo, y esto es sólo un deseo, que la poesía debería servir para el entendimiento: parar guerras, saciar hambres, restañar heridas. Pero como ve sólo es un deseo utópico.

— ¿Qué consejo daría a los jóvenes poetas que están empezando?
— Aquí no valen los consejos. Uno debe ser fiel a su intuición, a su interpretación del camino. Si uno cree que es poeta, adelante. No hace falta que lo crean los demás. Otra cosa es entrar en movimientos, tendencias, generaciones etc. etc. que siempre dependerán de los estudiosos, de los buscadores de resquicios con los que encasillar a quienes en el momento creativo son ajenos a todas estas interpretaciones.
No es un consejo, por supuesto. Pero lo que yo he pretendido, no sé si lo habré conseguido, es encontrar mi propia voz. Creo que ese es el camino para todo el que se inicie en esta inacabable aventura.

— Ha logrado numerosos premios literarios. ¿Cree que esos poemas que le consagraron ganador fueron tus mejores poemas?
— Ni son pocos ni son tantos. Durante una etapa de mi vida, reciente, y guiado por el consejo de algunos amigos poetas, he participado en certámenes literarios con más o menos fortuna. Eran buenos poemas, a qué negarlo, pero no los mejores que haya podido hacer. Los certámenes son un poco como la lotería: tocan. Cuando me han premiado siempre he pensado: mi poema no era tan bueno. Cuando no me han premiado he pensado: no era tan malo. Es decir, en esto influye bastante la suerte: lo que hayan cenado aquel día los miembros del jurado, el estado de ánimo, las ganas de leer que tuvieran…
Indudablemente el reconocimiento es un acicate para mejorar, para hacerte creer que puedes conseguirlo. Pero poco más. ¿Cuántos poetas habrá con docenas de libros publicados en premios literarios que son casi desconocidos para la mayoría? No olvidemos que la poesía es, ante todo, un arte minoritario.
Ahora, y salvada la vanidad que todo poeta lleva aparejada a su emoción creadora (tal vez también influya la edad), soy menos dado a los certámenes. He llegado a la conclusión de que debo escribir de lo que quiero y como quiero. Tal vez sea una tardía rebeldía, pero la asumo y me encuentro a gusto con mi manera de decir. Los buenos o malos poemas son subjetivos en su interpretación.

Pessoa decía que "la vida no basta, por eso existe la literatura". Para usted ¿escribir es una necesidad; y cómo justifica los largos periodos de silencio?
También dijo que "el poeta es un fingidor". Me gusta Pessoa. Pero me gusta más uno de sus heterónimos: Alberto Caeiro. Me gusta su desnudez creadora. Yo, que no soy Pessoa, lo digo en alguno de mis poemas de manera aproximada: "Canto en las horas bajas, porque en las más alegres, vivirlas es bastante". Es decir, la vida, vivida a tope, no necesitaría a la literatura. La literatura es un invento de desocupados (acépteme la broma).
Y sí, para mí escribir es una necesidad, como lo es para el borracho su dosis de cazalla, o para el tahúr la baraja. Como ya dije anteriormente, la poesía es una válvula reguladora de mi espiritualidad (¿Lo dije así más o menos?). Y yo necesito mi dosis diaria de recogimiento, de indagación, de búsqueda. Aunque dada mi profesión, más bien mercantil, me cueste salirme de un registro al que dedico casi todas las horas del día.
Los silencios son casi siempre frutos de estados anímicos. A veces son buenos. Sobre todo cuando empiezas a repetirte. Y en ocasiones el silencio es mucho más bello que cualquier poema.

¿Cómo es su propio proceso a la hora de escribir poesía?
Puede que atípico. Al no poderle dedicar unas horas determinadas o fijas, como sería lo correcto, utilizo el tiempo que puedo robarle a mi trabajo. Me siento delante del ordenador, que para mí es como la pared granítica de los primeros emborronadores de cavernas, y me dejo llevar. Con las nuevas tecnologías es más fácil. Puedo tener, varios poemas a medias y regresar al que más se adapte al momento por el que atravieso. Puedo rectificar constantemente. O incluso anular lo escrito en infinidad de ocasiones. En realidad cada poema que doy por finalizado, no deja de quedarse en intento.

¿Qué poetas son sus referentes y autores de cabecera?
Por las razones más o menos expuestas me considero un lector un tanto anárquico. He leído más bien lo que me ha llegado, aunque en ocasiones haya buscado a algún autor concreto. Dar nombres siempre será una respuesta un tanto errática y puede que mentirosa. Desde los clásicos a los contemporáneos existe una nómina inmensa en la que bucear. Todo depende del momento.

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