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Entrevista al poeta Ignacio Mª Muñoz (enero, 2018)
Con el pensamiento y el lenguaje poéticos podemos crear nuestra realidad, transformarla, pasarla por el filtro de nuestros sentimientos. Y me parece que los tiempos actuales necesitan una buena dosis de recreación de la realidad.
Entrevista al poeta Ignacio Mª Muñoz

—Su primer poemario, “Crónica de ausencias y De la luz y del olvido”, llegará a las librerías de toda España en unos días. ¿Qué va a encontrar el lector bajo este título?
—Me gustaría que lo que encontrara el lector en estos dos poemarios que se editan juntos fuera una invitación a compartir sentimientos sobre algunas de las cuestiones que configuran nuestra vida: la ausencia, el amor, el desamor, el olvido, la muerte. Todos tenemos experiencias sobre estas cuestiones; y leer cómo las afrontan otros puede ensanchar nuestra propia manera de entender la realidad y de asimilarla. Como interpelación, como coincidencia, como rechazo: como algo compartido, en cualquier caso, que nos sitúa frente a nosotros mismos.

—El amor como eje central de la poesía. ¿Cómo se logra ser original en un asunto tan tratado?
El amor es un asunto muy tratado, ciertamente; y no solo en la poesía. En toda la literatura; y en abundante producción científica también. Y supongo que esto se deberá a que es un asunto intemporal, universal, complejo y poliédrico. Por lo tanto, está claro que ser original no es cuestión del tema abordado, sino de cómo se aborda. Ojalá pudiera decirse que estos poemas hablan del amor con un lenguaje propio, que es –creo yo­– a lo que aspiramos cuantos escribimos.

—¿Cómo ha sido el proceso de creación de este poemario y cómo sintió que tenía que ver la luz? ¿Qué se siente al exponerse al mundo?

—Algunos de estos poemas fueron concebidos hace más de treinta años; otros, fueron escritos apenas unos meses antes de entregarlos a la editorial. Mi proceso de creación es mediante lo que yo llamo la “maceración”: escribo un poema, o unos versos, que me vienen de repente, inspirados por los motivos más variados. Los apunto en lo que tengo a mano y los voy acumulando. Cada cierto tiempo, me enfrento a ellos y trato de averiguar si siguen diciéndome algo; y si lo pueden hacer por su cuenta, en un desarrollo a partir de lo que ya tengo; o pueden interconectarse y formar juntos un poema. Aunque también hay poemas escritos prácticamente del tirón. Este procedimiento hace que los poemas puedan no considerarse terminados nunca. Esa fue la razón que me llevó a querer publicarlos: solo así podía darlos por acabados y no retocarlos nunca más. Releídos, siempre se podría encontrar un nuevo matiz. Yo lo comparo con un cuadro, que el pintor retocaría o modificaría eternamente en su estudio: siempre hay una nueva luz o una nueva sombra. Solo cuando el pintor vende el cuadro, y el comprador se lo lleva a su casa, se termina el proceso. Lo mismo –creo– con la literatura. Publicarlos es el momento de darlos por concluidos. Y también –y más importante para mí– de hacer que ya no sean del todo propios. De verlos con otra perspectiva. Como los pueden ver quienes los lean, que tendrán que ser quienes los hagan propios.

—Últimamente parece que la poesía goza de muy buena salud, se ha relanzado la afición por la rima y la métrica, sobre todo entre la juventud. ¿A qué cree que es debido este despertar poético?

Quiero pensar que es por la razón por la que siempre se ha leído –en mayor o menor medida­– poesía: porque el poético es un lenguaje que obedece a un pensamiento distinto al que estamos acostumbrados a utilizar para aprehender la realidad, el lógico-científico. Con el pensamiento y el lenguaje poéticos podemos crear nuestra realidad, transformarla, pasarla por el filtro de nuestros sentimientos. Y me parece que los tiempos actuales necesitan una buena dosis de recreación de la realidad.

—¿Qué le ofrece la poesía en comparación con la narrativa?

—Aunque la narrativa también puede tener la facultad de ayudarnos a crear nuestra propia realidad, la consideramos más adecuada para describirla. La poesía, según este razonamiento, nos aporta más libertad. Quizá cuando leemos poesía buscamos más la sorpresa, el guiño, la descarga. Aunque, bien pensado, en la literatura todos valoramos y buscamos lo mismo: un lenguaje propio, el ritmo, el color, la capacidad de evocar…

—¿A qué poetas admira, cuáles son sus poemarios de cabecera, esos que se sabe casi de memoria?
Soy muy ecléctico en mis gustos literarios en general, y también en cuanto a la poesía. Me gustan muchos, muchísimos poetas. Unos, porque me han gustado en un tiempo de mi vida. Otros, porque me han acompañado siempre. Desde Garcilaso y los místicos a García Calvo; pasando por toda la generación del 27 y toda la del 36, y por los poetas de los cincuenta, como Otero, Ridruejo, Celaya…; y llegando a los más contemporáneos, como Blanca Andreu, Martín Descalzo, Villena, de Cuenca, Gimferrer, Marga Clarck…. Y extranjeros, desde Rilke o Whitman, a Vallejo o Mark Strand. Pero si tuviera que escoger un solo nombre, quizá me decidiera por Miguel Hernández. Como se puede comprobar, todos muy diferentes. Y, por caer en el tópico, me he dejado muchos en el tintero.

—¿Qué le mueve a escribir?
A escribir en general (pues también escribo novelas), la necesidad de comunicarme.

Pero creo que escribo poesía para buscarme. Para mí, la poesía es un proceso de búsqueda de uno mismo: una manera de desbrozarte, de enfrentarte ante tus propias realidades y de tratar de encontrarles un sentido.


Puedes leer a Ignacio Mª Muñoz en:

Coleccción ANAQUEL DE POESÍA, nº 77
I.S.B.N: 978-84-947595-9-8 • 114 páginas • 12€

Un amor profundo y único, la vida enfrentándose a la muerte y el vértigo ante la ausencia conforman los versos de Ignacio Mª Muñoz.... <<Más>>




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