Coleccción ANAQUEL DE POESÍA, nº
104
I.S.B.N: 978-84-122076-2-0 116 páginas 15€
<<LA
CASA DEL LIBRO>>
<<AMAZON>>
<<EL CORTE INGLÉS>>
María Ángeles Álvarez,
una experta en el arte floral, escribe una poesía austera,
esencial y sencilla, de la contemplación y del silencio.
De la calma. Atenta a lo que importa: lo más cercano. Una
poesía religiosa, en su más hondo sentido.
En "Las hierbas de los regatos están blancas.
Crónica poética de un agosto en llamas",
de la mano de su inseparable maestro san Juan de la Cruz y de
un nutrido grupo de grandes poetas (Hölderlin, Wordsworth,
Rilke, Eliot, Sophia de Mello Breyner, Tranströmer, etc.),
Álvarez levanta un mundo de sonido y sentido en torno al
fuego. Tan devastador, tan poderoso. Entre las cenizas y el ahogo,
surge, sin embargo, la invencible fuerza de la belleza que, sí,
todo lo puede. Una belleza humilde, del verano y del campo, que
surge en medio de un territorio que ella conoce muy bien, allá
por Gredos.
A merced de elementos naturales como la charca, los árboles,
pájaros y plantas, los perros, el río, los pueblos,
las lajas de granito
En lo simbólico, de la luz y
la sombra, de la noche y el día, del calor y del viento.
No falta una presencia ineludible en esta poesía de la
compasión y del consuelo: el amor.
Se suma, en fin, a ese esplendor sereno de los versos un puñado
de sugerentes, intensas imágenes, tan sobrias como aquéllos,
que los enaltecen aún más. Ya lo dice Walt Whitman
en la cita que Álvarez coloca al principio: «Pon
en primer término, como luz para todos y como canto inaugural
de todos, las imágenes».
Álvaro Valverde (poeta y critico de poesía
de «El Cultural» de El Mundo
Palabra y dibujo se funden en estas páginas, para hacer
visible al Invisible, para tocar con los sentidos el Misterio
que todo envuelve y que da sentido a todo. Una ventana abierta
a la Belleza Intangible que se transparenta en la naturaleza,
en lo sencillo y cotidiano. Un libro, que como espejo del alma,
nos adentra en lo más auténtico y real de la Existencia
hecha experiencia.
Javier Sancho Ocd (director de la Universidad de la Mística
CITeS de Ávila)
12. EL MOTOR
Ruge
un motor.
Las cigarras
cantan
desafinando.
El organista
enmudece
mientras
la tibia melodía
asciende
convertida
en humedad.
Ruge
un motor
y va subiendo
por dentro
todo el malestar
de una nube
prisionera
en medio del fuego.
Aire
devorador
y nube
con agua
suspendida,
en un caleidoscopio
lleno de gotas,
momentos de vida
en medio
de la noche.
|
La autora: María Ángeles Álvarez
(Ávila 1964).
Poeta, escritora, artista floral y acuarelista. Prehistoriadora
y arqueóloga por la Universidad de Salamanca. Destacan
sus trabajos en Ávila con el descubrimiento del dolmen
del Prado de las Cruces de Bernuy Salinero.
Florista de dilatada experiencia, entiende el trabajo con las
flores y los elementos naturales como una forma de expresión
natural, diseñando, expresando ideas y sentimientos a través
de las plantas, las flores, las ramas, los musgos. Así
queda recogido en sus dos libros "31 meditaciones con flores
sobre los textos de Teresa de Jesús" (2012) y "Un
castillo lleno de flores" basado en "Las Moradas"
El Castillo Interior", de Santa Teresa de Jesús. (2015)
Utiliza e integra las distintas artes y disciplinas, poesía,
música, dibujo, imagen, diseño floral, como parte
de un todo expresivo, dando una dimensión especial a las
palabras.
Articulista y colaboradora de distintos medios de comunicación.
Desde 2018 dirige la Casa de la Poesía Juan de la Cruz
de la Universidad de la Mística, CITeS de Ávila.
Es autora del poemario "Y
el aire al soplar" (2019).
Más información: https://mariaangelesalvarez.es
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poemario en la plaza de Santa Teresa. Por El Diario de Ávila
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También la claridad viene del fuego. Reseña de Asunción
Escribano en Salamanca al día
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María Ángeles Álvarez funde en su poesía
amor y naturaleza. Acaba de publicar su segundo poemario, "Las
hierbas de los regatos están blancas. Crónica de
un agosto en llamas". En El Diaro de Ávila
•
María Ángeles Álvarez ofrece una crónica
poética en 'Las hierbas de los regatos están blancas'.
En Ávilared
Reseña. Por Basilio Sánchez
Tu libro Las hierbas.. me ha supuesto
una gratísima sorpresa porque no te conocía como
poeta. La edición, con tus elegantes y sencillas ilustraciones,
invitan a su lectura, de la que uno no puede salir defraudado.
Me gusta tu lenguaje contenido y preciso, el silencio de naturaleza
espiritual que has logrado preservar entre las palabras, elegidas
una a una como esas flores con las que edificas tus universos
florales. Me atrae la profunda simbología de tus palabras,
a la vez sencillas y evocadoras, la elementalidad de esos conceptos,
tan próximos a la naturaleza, que se nutren de toda la
simbología de los textos sagrados y que, desde su humildad,
adquieren toda la trascendencia de lo alto, de lo inaprensible,
de lo que permanece al margen de nuestra comprensión.
La luz que abre nuestro entendimiento puede ser la misma que agosta
los sembrados y las tierras de Ávila, porque es sobre la
vocación del desierto sobre la que se trazan los caminos,
inesperadamente fértiles, de la espiritualidad.
Me gusta mucho la valoración que de tu libro hace nuestro
común amigo Álvaro. Es poesía de la compasión
y del consuelo, de la amistad y del amor. Una poesía basada,
como comenté yo mismo hace unos días (y que también
recoge tu cita de Whitman), sobre la imagen, que es sobre la que
se ha construido la mejor poesía de todos los tiempos.
Escribir desde la verdad es un riesgo en estos tiempos que corren.
Es más, escribir desde la sinceridad y la honradez es sin
duda un acto subversivo en medio de tanta impostura literaria.
Por eso me alegra descubrir a una poeta que, ahondando en sí
misma, y sin renunciar a la herencia de nuestra mejor tradición
literaria, ha sido capaz de recoger lo mejor de sí misma.
Enhorabuena, amiga María Ángeles, gracias por hacerme
partícipe de tu hospitalidad y de tu rico universo personal,
tan próximo al mío.

Reseña. Por Laura Garcia de Lucas
La sierra de Ávila estaba ardiendo
mientras leía "Las hierbas de los regatos están
blancas. Crónica poética de un agosto en llamas".
El fuego se extendía sobre las laderas y cercaba mi pueblo.
Algunos animales murieron en las fincas de las afueras. Y no pude
evitar sentir una profunda pena por ese paisaje tan conocido y,
al mismo tiempo, tan poco observado, que ya no estaría.
El incendio llegó en las últimas páginas
del libro, y la poesía de María Ángeles Álvarez
me reconfortó como consuela mirar postales antiguas: son
sus poemas una imagen detenida en lo pequeño de la naturaleza.
De aquello que no se admira habitualmente.
Porque, ¿quién puede decir que se para a observar
el color de las hierbas en los riachuelos? En este nuevo libro
(y su segundo poemario) María Ángeles Álvarez
detiene su mirada y su palabra ("La hierba de los regatos/están
blancas/de tanto sol") para ofrecernos una pausa muy
cercana a la mística. Y hace que el mundo gire en torno
a esas briznas de pasto, al dibujo de las lajas de granito, a
las sombras duras que forma el verano en la tierra.
"El campo abrasado/está lleno de costras/ vivas".
Sentimos la pesadez de las horas en las que el sol pega fuerte.
La fragilidad frente a lo insondable. Y sin embargo, según
avanzamos en la lectura, ese estío opresivo se convierte
un páramo lleno de amor. El libro tiene una ascensión
en espiral, como el viento que mueve el polvo. La voz de la autora
pasa de un tono contemplativo y acompasado a un diálogo
incendiario con el amado que inunda los poemas finales. "Eres/
el incendio/y la cerilla que lo prende". El amor, los
árboles, la lluvia, las gotas.
Destaca también la cuidadísima edición del
libro. Cuadernos del Laberinto se caracteriza por la atención
a los detalles y en este libro esto se plasma hasta en la elección
del papel, en el que destacan, brillantes y llenas de fuego, las
acuarelas también realizadas por la poeta. Me pregunto
que habrá llegado antes, si el trazo o la palabra. En cualquier
caso, en todas esas líneas quedan atrapados el calor y
la reflexión de esos treinta y un días de agosto.
Yo me quedo esperando el próximo libro de la poeta, como
estos poemas (y el campo abulense) se quedan esperando a que la
lluvia calme lo quemado.

María Ángeles Álvarez
recomienda Las Moradas, de santa Teresa . Revista
Vida Nueva (junio 2023)
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