Coleccción ANAQUEL DE POESÍA, nº95
I.S.B.N: 978-84-120024-3-0 • 92 páginas • 13€
Prólogo de Carmen Juan Romero

Como la piedra cuando se va llegando más a su centro, escribe San Juan de la Cruz y de piedras y otros minerales y de su dureza metafórica, trata esta escala poética de Mohs, más que escrita por Clara Andreu, solidificada verso a verso, para hablarnos de los golpes y las aristas de la vida, de las asperezas del deseo, de sus rasguños; de los arañazos de la edad del dolor, de las cicatrices del miedo y, principalmente, de la grieta donde nace el magma del poema. Y nos habla desde una mirada esquiva, fragmentaria, escueta, casi lacerante. Y nos asombra desde la esquirla y la erosión, desde el desgaste manso que nos restaura, al tiempo que nos corroe. Como toda buena poesía es contradictoria y paradójica. La poesía de Clara Andreu pule, hiere, hiende, brilla, incendia. Es una voz propia en un rutinario universo de ecos y repeticiones. No en vano ella da este salto poético sin red, se arriesga, porque la buena poesía es riesgo, quizás porque es hija del pretérito, hermana de los puntos suspensivos y dueña de una muy particular y singular mirada que aúna lo tierno con lo salvaje, la piedra y el corazón. Ha venido para deslumbrar y su voz es la pureza mineral de la rosa.
(Ramón Bascuñana)

ORTOSA

II

Acepta el falso suelo de la gruta
y echa a andar, hija del pretérito
hermana de los puntos suspensivos

razonable convicción de piel más dura
de un martirio aliviado esmalte vivo

hoy no te derrumba
la anécdota fatal del verbo corrosivo

la veta roja de tu pecho estalla
transcribe el metal con línea clara

Nació en Alicante en 1991.

Estudió Filología Hispánica y Grado en Catalán. Vivió en Hungría, cerca del río Tisza, donde aprendió el frío y las catorce vocales. Ha publicado poemas en el fanzine Carne para el Perro editado por Letras de Contestania. Actualmente reside en Madrid, donde combina la corrección de textos con largos paseos por el Museo del Prado.

Escribe, pinta y toma el té.

Cuando, en marzo de 2015, tras haber escuchado al chileno Raúl Zurita —también poeta mineral, de algún modo— en un recital en la sala Clan Cabaret, Clara me tendió la mano para presentarse, pensé que tarde o temprano acabaríamos unidas por el verbo. Pensé también arista, esquirla y coraza entonces. Tardó un año en dejarnos escuchar sus poemas, primero tras su participación en Carne para el perro #1 y más adelante en un recital colectivo dentro del ciclo #poetasenCercanías, organizado por Letras de Contestania. Y aunque le temblaba la voz, se demostró tal y como se esperaba: exquisita y lacerante.

No se dejen engañar cuando lean en la biografía de Clara Andreu que esta es su opera prima¸ no vayan a creer que verán en ella la inocencia del primer libro lanzado al papel, porque no la hay. Hay aquí entrega visceral a la palabra, pero también el trabajo de una lapidaria que ha sabido con ella labrar y pulir hasta la transparencia.

Crecida entre las rocas, fascinada por lo que el mar arrastra y la erosión que produce en el paisaje secreto de sus paseos, no es arbitrario que su primer poemario lleve el nombre del sistema más común de medición de la dureza de la piedra. La poeta organiza este corpus bajo una estructura que se corresponde con los distintos minerales que componen la escala de Mohs. Así, comienza por el talco y avanza hasta llegar al diamante, el mineral más duro. Pero antes de esta lista, por supuesto, está la explosión creadora que establece, que ancla cada escena a su marco tal y como presagia: «piedra / permaneces / aunque / y donde / caigas». En adelante, segmentará cada una de las secciones en otras tres que, si tomamos la metáfora gemológica, podrían corresponderse con tres acciones ante el mineral:

• el contacto, en el que se desvela la imagen, y así su forma, su color, sus luces y sobre todo sus sombras («De una veta rojiza surge / un aliento tibio y colosal / me encuentro / con mi cuerpo en otro ojo» o «Se funde mi huella / al contacto más leve / se vuelve deleble mi manto / de ripio blanco seco de sol»);

• la raya, la incisión leve que marca la superficie, que deja intuir la fragilidad («porque brilla y hiere de acero / tu nombre frente al mío / tu nombre sobre el mío»);

• la grieta, donde quiebra, donde habita el miedo y duele («mi hueso / no soporta su estructura»).

El proceso lleva, posiblemente, a la fractura, pero es esta indispensable para entender la lectura y adentrarse en la otra historia, la del verdadero yo poético, que entreluce más allá de sus referencias geológicas. El colofón, el final de la búsqueda, lo compone un único poema, el más cristalino. Existe una variedad alotrópica del carbono de una dureza mayor que la del diamante, y se revela en el texto como la intención, la petición de permanencia e impermutabilidad.

Posee el libro que tienen entre las manos un carácter poliédrico cuyas claves se dan en las propias citas que lo encabezan: de un lado la pluma sesuda, compleja y estudiada, la referencia no mística pero cercana por lo que vela tanto en el sentido de proteger como de ocultar al no iniciado. Del otro, la raíz popular, la que viene del cante y el sentir, la del ritmo más primitivo, innegablemente oral, que resuena y repica. La razón frente a la entraña o mejor, amalgamada con ella.

De acuerdo con esta última idea, no sólo les aconsejo que lean Escala de Mohs con detenimiento y precisión, sino que les conmino a que, si se lo pueden permitir, lo hagan en voz alta. Dejen que esta atmósfera les envuelva y les permee. Déjense arañar, romper y pulir. Disfruten.

• "A veces somos compactos y fuertes, otras permeables y débiles - Clara Andreu, poeta". Entrevista en Leer en Madrid

• La poesía de Clara Andreu. Entrevista en Revista Almiar

• "Escala de Mohs", de Clara Andreu. Poesía para este singular otoño. Por Enrique Villagrasa

Clara Andreu (Alicante, 1991) sorprende con su poemario "Escala de Mohs" (Cuaderno del laberinto), con pedagógico prólogo de Carmen Juan Romero, ya que desde aquellos recuerdos infantiles en la escuela del pueblo con la relación de los diez minerales y su dureza nos adentra en la más rica poesía, con un sugerente poema prefacio. Una celebración de breves e intensos momentos, que son duros poemas con versos que llegan al centro de la poesía, cual latigazos cerebrales de un intenso batirse el cobre con el lenguaje: “la grieta/ que no sabe que se agranda”. (Enrique Villagrasa)

Entrevista a Clara Andreu y otros escritores en el Día del Libro 2020