Las islas sin tierra revela esa
fractura que somos entre lo bello y lo trágico. Si la vida
corre entre el deseo y la cruz, entre el amor y los días,
la literatura puede contarnos paralelamente acerca del Paraíso
y las islas, o del silencio y el destierro.
En Las islas sin tierra la voz es una, pero se recorren
todos los tonos y categorías del arte: de lo cómico
a lo trágico, lo metaliterario, lo terrible, lo siniestro,
lo cotidiano o, como motivo esencial, lo amoroso. En los relatos
de Ernesto Uría trasluce ante todo una sensación
de confesión, trascendiendo lo biográfico para conjugar,
a través de la ficción, la verdad común del
hombre en cuanto tal y el sentido de la vida como esa búsqueda
que somos entre el absurdo y la esperanza.
Las islas, lejanas y bellas, imaginadas o perdidas, son el deseo,
con sus leyes y múltiples objetos de amor. Islas inventadas
quizá, que en algún momento nos acogen, refugio
donde la vida termina transcurriendo. Nuestras islas son fragmentarias,
intangibles y sin tierra, pero nos mueven al viaje, y eso es ya
mucho: a ese viaje batido por el oleaje del mar, de ese mar que
rodea las islas, que nunca es el mar, y siempre es la vida, los
días. (Del prólogo de Á. Álvaro Martín
del Burgo)
Ernesto Uría
Donostiarra (1956). Vallisoletano en
años de aprendizaje servir para servir, en
las dos últimas décadas, madrileño fiel,
o casi.
Transeúnte deslumbrado por el tiempo e innumerables lugares,
personas y propuestas artísticas en diferentes lenguas.
Enamorado del talento y la inocencia, de miradas y rincones que
consigo entrever o recordar; de las palabras y de la música,
la de las almas, la celestial y aun la del azar.
Economista por la Comercial de Deusto, 1979. Afiliado a la ONCE
en 1986, donde he desempeñado diversas tareas técnicas
o directivas. Cursos de Doctorado completados en Ciencias de la
Información (UCM-2000). Terapeuta Gestalt (IPG-2009), miembro
de la AETG.
Aprendiz de actor en muy buenas manos y compañía,
Sala Tribueñe. Terapeuta Sistémico-Constructivista
(CEFA-2015).
Ocupado en aprender, disfrutar, reparar, repararme y aceptar lo
que vaya llegando, lo que se obstina en no llegar, a mí
mismo, la insatisfacción.
Además de artículos, colaboraciones poéticas
y capítulos de carácter técnico en dos libros
en torno a la Discapacidad, ha publicado los libros de poemas
Brincando en el paladar (2008), Caricia y cruz (2013),
y
Cuatro tintas del aire (2017); también el libro
de relatos Ficciones y aflicciones (2010). Obtuvo el Primer
Premio de la XIX edición del Concurso de Relatos «Meliano
Peraile» (Madrid, 2011) por el relato Isla Negra
que forma parte de este libro.