Coleccción Berbiquí de poesía,
nº9
104 páginas I.S.B.N: 978-84-944036-4-4
10 €
No solemos darnos cuenta, pero
los acontecimientos vitales que guardamos en la memoria
suelen obedecer a pequeños detalles, ligeros atisbos
de luz que iluminan la estancia de nuestros recuerdos y
completan el mapa de nuestros pasos. Y cuando miramos atrás,
y queremos significar los momentos esenciales de nuestro
devenir, lo que nos viene a la cabeza no son momentos heroicos
ni palabras grandilocuentes sino emociones que nos conformaron
como seres sensibles. Así, recordaremos la sonrisa
de la madre al recogernos del colegio, esa suavidad en las
manos de la mujer que amamos al entrelazarlas con las nuestras
por primera vez o la viveza de los ojos de nuestro perro
al regresar a casa tras el trabajo. Recordaremos esa tarde
de paseo y cañas con los amigos, la alegría
de una familia unida ante la mesa en Navidad o el placer
de ese libro leído junto al mar. Y miraremos atrás
con añoranza pero sabiendo que nuestros pasos nos
han conducido al lugar donde queremos estar.
Todo esto lo sabe bien Antonio Velasco Garrido quien, gracias
a estos versos, nos lleva de la mano por los confines de
sus sentimientos y querencias, por los senderos que eligieron
sus pasos para hacernos partícipe de sus tesoros:
el apasionado amor hacia María Jesús, su esposa,
(Mientras haya una mujer /con tus ojos, /la dulzura de
tus labios, un corazón que palpita, /unas manos que
acarician, /una sonrisa que alumbra /y una boca que besa,
/no habrá en el mundo tristeza); su afición
por la lectura (Antonio Machado, Lorca); los detalles que
hacen los días más llevaderos (el café
de la madrugada, la visita a las iglesias, el recuerdo del
río del paisaje de su infancia); el tremendo orgullo
hacia sus hijos y nietos (Ocho nietos me dio Dios /más
bellos que los luceros); la imperturbable fe y apoyo
en Dios a lo largo de toda su vida (A mi Dios yo no lo olvido,
/lo tengo siempre conmigo); la alabanza constante hacia
su patria, España, o el sentidísimo homenaje
a la madre.
Son, todos estos, poemas que reflejan los pasos de un caminante
limpio de corazón, de un hombre que sabe vivir de
forma generosa, pensando en los seres que ama y aspirando
a un futuro mejor para todos. Son versos en forma de huellas
en el camino de la vida, en los senderos que rigen nuestras
decisiones y afectos. Palabras-huella, versos-mapa, claridad
en la mirada y amor que fulge en cada letra.
El poeta no está solo. En su recorrido ha sabido
darse a los demás y ha recogido la dicha de una familia
que le quiere, de un entorno armonioso desde el que contemplar
el paisaje que han creado su andadura. El poeta puede mirar
hacia atrás y sentirse orgulloso porque sus huellas
sirven de ejemplo y guía.
Gracias, Antonio, por tus versos, por tu esencia vital.
Carlos Augusto Casas Madrid, septiembre de 2015
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